Él, siempre duerme a pierna suelta. Yo, en cambio, paso las noches intentando acompasar el tic-tac del reloj con el “agg-psss” de sus ronquidos.
Él, come lo que le place y no recuerda la indigestión. Yo, en cambio, aún dudo si me duele más el estómago que la grasa de las caderas.
Él, no conoce el dolor de cabeza ni distingue el abdomen del tórax. Yo, en cambio, se muy bien donde tengo cada neurona dolorida y cada órgano disfuncionado.
Él, es dueño de una vista amplia y transparente. Yo, en cambio, lo soy de dos cámaras borrosas que cada día me enseñan un mundo más diminuto.
No sé si es rabia, enojo o resentimiento, pero que sus últimos análisis apunten un exceso de colesterol me hace sentir menos rencor.
LA HERENCIA, Javier Fernández Delgado
Hace 1 día
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