viernes, 31 de agosto de 2007

Cama de matrimonio

Una mujer joven y hermosa se perfuma y cepilla el pelo en el cuarto de baño mientras habla consigo misma:
“Hoy no me voy a poner la empalagosa crema nutritiva. ¡A la porra la prevención de arrugas! El placer de verle sufrir lo merece”.
Al poco rato entra en el dormitorio vestida sólo con unas sensuales bragas de encaje blanco. Enciende la luz y un hombre adormilado se sobresalta dentro de la cama. El fogonazo le obliga a cerrar los ojos como si le hubieran salpicado las chispas de un soplete.
—¡Ho!, perdón, ¿te he despertado? —se disculpa ella en tono inocente mientras se contonea como una putilla.
—No importa —responde él empequeñeciendo los ojos para evitar el escozor.
La mujer revuelve los cajones inferiores del armario inclinando el torso sin doblar las piernas, quedando sus glúteos, altaneros y firmes, frente a la cara del hombre que la mira cerrando un ojo.
—¿Se te ha perdido algo?
—No, nada, es que no encuentro mi pijama azul.
Después de un rato de fingir la búsqueda saca un minúsculo camisón rojo con un escote por detrás que casi le llega a las nalgas. Se lo pone con movimientos pausados y, como una diosa altiva, da cuatro o cinco vueltas por el cuarto antes de meterse en la cama. Él, ya con los dos ojos abiertos, finge indiferencia mirando al techo.
Ella apaga la luz y vuelve a su monólogo interior :
“Míralo, que manera de hacerse el duro. ¡Pues va listo!, si cree que me voy a ablandar es que no me conoce ni un tris. Estoy de muerte con este camisón, tan sedoso, con sus tirantes finitos que se me escurren al menor roce. Sé que le vuelven loco”.
—Buenas noches Mario.
—Buenas noches Eva —responde él en un tono casi inaudible.
Dos minutos mas tarde, la chica enciende la lamparita de su mesilla.
—Perdona otra vez, pero es que mi despertador no anda bien, ¿puedo coger el tuyo?
—Si, si, claro.
Se inclina sobre la cara del joven alargando el brazo para sincronizar el despertador. Hurga los botones en una maniobra lenta que hace resbalar uno de los tirantes. Parte del pecho queda al descubierto y casi roza la nariz del hombre. Éste vuelve a mirar al techo y traga saliva mientras tapa con una mano su entrepierna. Con la otra se agarra a la sábana y aprieta las mandíbulas sin decir nada.
Ella vuelve a subir el tirante con gesto sensual, sacude la melena y apaga la luz. Se coloca boca abajo, separa la piernas y restriega la pelvis contra el colchón hasta acomodar su postura.

Una tanda de anuncios paraliza la escena. Son las doce de la noche y Paco lleva más de una hora viendo la televisión metido en la cama. Concha, plancha ropa en la cocina.
“Pero qué putón y qué retorcida que es la Eva. Qué manera de vengarse del infeliz Mario. A mí, ¡já!, a mí se me iba a poner a tiro una mujer así y no trincarla allí mismo. ¡Que dignidad ni qué niño quemao!”

—¡Conchaaaa, chatina, ¿vienes a la cama ya?
—Enseguida voy, Paco —responde su mujer desde la cocina.
“Dios…, con el sueño que tengo y ése aún despierto ¿Qué coño hará que no se duerme de una vez? Seguro que hoy quiere juerga. Precisamente hoy. ¡Hoy, que estas cervicales me tienen destrozá! Claro, como ahora está jubilao y holgazanea todo el día… Qué razón tenía mi madre cuando aquella vez le contaba a tía Marcela que había noches en que hubiera preferido limpiar toda la casa que ponerse a la faena sin ganas. ¡Si lo sabré yo! … Y todas… Pero claro, a ver quien es la chula que le dice a mi Paco que ya no me hace tilín. Pobrecillo…,es tan bueno… “

—¡Conchaaaaaa!, ¿pero que coño haces que no vienes ya a la cama?
—Ya voy, Paco, ya. Estoy acabando de planchar, no te preocupes hombre, tú duérmete que termino en un plis-plas.
“Pero,… esta mujer…, ¿no se ha puesto a planchar ahora? ¡Coño, pero si son las 12 de la noche!”

Concha se entretiene un rato más por la cocina, ordenando trapos y cacharros.
“¡Pesado es, madre!… En fin, me meteré en el purgatorio, a fin de cuentas no sé si es peor sentirlo manoseándome con disimulo o enfrentarme al toro ya mentalizá. Total…, sólo es un ratito de nada: me abro de patas, doy cuatro o cinco grititos y le dejo más contento que unas pascuas. Y además es bueno para la próstata, que sólo por eso ya merece la pena el sacrificio. No vaya a pasarle como al marido de mi prima Charo, que menudo problemón… Destrozaito está el pobre, porque de sexo ya…, na de na. Y para nunca jamás, porque le han quitao no se que cosa de dentro... Pobre. Pero no hay duda de que a ella le ha tocao la lotería. ¡Pero si hasta ha engordao y todo! Claro,¿cómo no iba a engordar, si ahora duerme a pata suelta?. Y es que su marido la tenía descentraita todas las noches, con su manía de despertarla en mitad del sueño, lo mismo a las dos que a las cuatro de la madrugada. ¡Por Dios santo! Por lo menos mi Paco tiene las ganas con horario fijo. Claro que el horario de mañana se las trae, porque anda que no me da rabia ni na sentirlo tascándoseme al culo cuando estoy en el mejor sueño. ¡Dios…, que coraje! Claro que debe ser genético, porque recuerdo yo cuando justo una semana antes de casarnos mi suegra me dejó caer el comentario, así, como quien no quiere la cosa: “… pues sí hija, sí, que a los hombres hay que complacerlos, que si no luego se buscan el placer fuera de casa y luego vienen los líos, porque ya se sabe…, que siempre tienen ganas, incluso los hay que se les antoja el meneito na mas despertar…” Pobrecilla. Seguro que ella también tenía a un mañanero en la cama. Claro que viendo a mi pobre suegro, tan cascaito…, no lo imagino con los cuatro pelillos alborotaos, coloradito y pidiéndole guerra el cuerpo a esas horas.

—¡Conchaaaaaa!, mujer… ¿Vienes o no?
—Ya voy, Paco, ya voy…“¡Dios mío, qué trabajo!”

2 comentarios:

Sr. Miyagi dijo...

Jajajaja... Quizá el trazo del pincel es un poco grueso, pero tu cuento pinta verdades como hay miles. Eres versátil, mucho.

Celsa Muñiz dijo...

jejeje, nada de pincel, para este relatín utilicé la brocha de Paco, (glupsss, que mal suena esto. Es que era pintor. El tal Paco, digo.
;)
Gracias, MAESTRO.

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