Algo mas de dos años duró mi romance con Teresa. Nos separaban trescientos kilómetros y durante ese tiempo nuestra relación sexual fue exclusivamente telefónica. Su voz dulce, su respiración entrecortada, sus jadeos. Los orgasmos sublimes. Tal era el poder de aquellas llamadas, que nada más sentir el pitido del móvil la excitación era instantánea. Hasta tal punto quedé condicionado, que cuando lo dejamos tuve que cambiar el sonido del teléfono para evitar las erecciones incontrolables que regían mi entrepierna cada vez que alguien llamaba.
Hace tres años que estoy casado con Inés y somos muy felices. Cada noche vuelvo a cambiar el timbre del móvil y pido a mi mujer que lo haga sonar desde el cuarto de al lado. Temo por mis erecciones, pues dice estar harta de tener que llamar cada vez que nos acostamos.
LA HERENCIA, Javier Fernández Delgado
Hace 1 día
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